Para defender nuestros derechos
Unas 20.000 compañeras nos convocamos en el XXIV Encuentro Nacional de Mujeres. Llegamos conmovidas por la gigantesca lucha de los obreros de Terrabusi-Kraft, una fábrica donde siete de cada diez trabajadores son mujeres. Llegamos a Tucumán, donde desde hace semanas se despliega la indoblegable lucha de los autoconvocados de la salud. Sesionamos, por lo tanto, con la presencia y a la luz de la enorme resistencia obrera a la declaración de guerra contra los explotados exigida por todo el arco patronal, sus servidores políticos y la embajada yanqui, que el gobierno aplicó obedientemente. Se enfrenta a una nueva generación de trabajadoras y trabajadores decididos a no dejarse convertir en una nueva generación de desocupados.
Desde el anterior Encuentro hasta hoy, cientos de miles han sido echados a la calle. Las mujeres, las primeras, porque somos las primeras en el trabajo precario. Pero damos el presente en todos los conflictos contra las suspensiones y los despidos y en defensa de las direcciones antiburocráticas, como trabajadoras o como familiares de despedidos.
Bajo el régimen kirchnerista, nuestra situación se agravó en todos los órdenes. La crisis capitalista promueve una descomposición de las relaciones sociales que no se detiene a las puertas de nuestro hogar. El hacinamiento, la miseria, la falta de futuro potencian la violencia contra las mujeres, en la calle y en la casa. En las barriadas, las mafias de los narcos y de la trata, protegidas por el poder político y la policía, envenenan a la juventud para utilizarla después para delinquir o para la explotación sexual. La muerte materna e infantil –por causas evitables– ha crecido hasta ubicar a la Argentina entre los tres países más mortíferos del continente: el aborto ilegal es la primera causa de ocupación de camas hospitalarias y de muerte entre las mujeres. El saqueo de los recursos naturales y la contaminación ambiental destruyen pueblos y comunidades enteras mientras el gobierno subsidia a los saqueadores. El acuerdo que los K tejen con el FMI significa congelamiento salarial y más ajuste, más tarifazos, más despidos, más subsidios para el capital, más deuda externa.
El gobierno y la oposición aplican sin distingos el programa contra la mujer de la Iglesia: se incumplen los abortos no punibles, suspendieron la entrega de anticonceptivos durante 2008, distribuyeron DIU contaminados en 2009. Con una epidemia de embarazo infantil y adolescente, bloquearon la ley de educación sexual en los colegios. Grassi está libre mientras Romina sigue presa.
¿Para qué sirve el Encuentro en este cuadro? Para que discutamos cómo defendemos nuestras conquistas, cómo arrancamos nuestras reivindicaciones, cómo evitamos ser el pato de la boda de la crisis del capital. No vinimos a otra cosa las activistas sindicales antiburocráticas, las de las tomas de tierra y las desalojadas, las nuevas piqueteras, las obreras rurales y las originarias expulsadas de su tierra o explotadas hasta la extenuación por patrones rurales de todos los portes; las aguerridas estudiantes, las que enfrentamos el gatillo fácil, las mafias del paco y de la trata. Tampoco las que exigimos el derecho al aborto, el respeto a la diversidad sexual y denunciamos la violencia contra la mujer como funcional a este régimen social.
Consciente de esta situación explosiva, el Arzobispado entrenó 1.500 militantes clericales para que participen del Encuentro. Quieren montar una provocación, impedir que los talleres discutan cómo superar la disgregación del movimiento de mujeres, cómo nos organizamos para responder cada ataque del gobierno y de la Curia. Es la Iglesia de la dictadura, de los Grassi, del golpe en Honduras. Es la Iglesia que, aliada al gobierno nacional y a los provinciales, obliga a parir a nenas de 11 años. Sin embargo, el sector de la Comisión Organizadora que responde al PCR se negó a denunciar esta maniobra y pretende que compartamos los talleres con quienes nos gritan “asesinas” o “desviadas”, con quienes roban sus hijos a las mujeres pobres. En Neuquén quisieron poner al Encuentro al servicio de la patronal agraria. Hoy quieren abrirlo a la Curia ¡en nombre de la democracia!
La defensa de nuestros derechos es incompatible con los pactos con el clero, porque la Iglesia es el bastión de la reacción y enemiga mortal de las mujeres y de los luchadores. El Encuentro debe mantener independencia de los gobiernos y los patrones, pero también es vital defender su carácter rabiosamente laico. Las enviadas de la Curia, militantes contra los derechos de la mujer, deben ser excluidas de un Encuentro forjado en la defensa de esos derechos.
Proponemos que esta multitudinaria asamblea se pronuncie contra el golpe imperialista en Honduras. Por la solidaridad activa con Terrabusi, con los autoconvocados de la Salud y con todos los que luchan en defensa de las condiciones de vida de las masas y para que la crisis capitalista la paguen los capitalistas. Contra la represión a los que luchan y la traición de las burocracias sindicales, reivindicamos los cortes de ruta, las huelgas, los piquetes y todas las formas de resistencia de nuestro pueblo. Unifiquemos nuestra fuerza para imponer la educación sexual, la anticoncepción gratuita y el aborto legal; contra las redes de trata, los narcos y sus socios “legales”. No dejemos pasar esta oportunidad un año más. Que del Encuentro salga un movimiento de mujeres fortalecido, decidido a ser un ariete contra la barbarie del capital y del oscurantismo religioso.